Orient-express by Graham Greene

Orient-express by Graham Greene

autor:Graham Greene [Greene, Graham]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: detective
editor: www.papyrefb2.net
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


—¿Ha robado?

—Ha vuelto usted demasiado pronto. Y comenzó a explicar lentamente.

—Soy un fugitivo de la policía. Nada vergonzoso, Herr Czinner, puedo asegurarlo.

Y diciendo esto no se cansaba de manosear el botón del chaleco. Era un orador muy poco convincente para el espíritu penetrante del doctor Czinner, poblado únicamente por las grandes verdades: el rostro de un hombre muerto de hambre, un atavío deslumbrante, un niño enfermo, un hombre dando traspiés.

—Crimen político, Herr Czinner, una historia periodística. Cometieron conmigo una gran injusticia y tuve que largarme. Abría su maleta en favor de la causa.

Pronunció con énfasis el vocablo «causa» erigiéndolo en símbolo de una fácil emoción. Y añadió:

—¿Va usted a llamar a los guardias?

El hombre se encorvó y sus dedos se aferraron fuertemente al botón.

—¿Qué entiende usted por su causa?

—Soy socialista.

El doctor Czinner se dio cuenta repentinamente de que no podía juzgarse un movimiento por lo que fuesen sus militantes. No podía condenarse al socialismo por el solo hecho de la adhesión de Grunlich. Sin embargo Czinner ardía en deseos de olvidar a Grunlich.

—Voy a darle algún dinero.

Sacó la cartera y entregó a su interlocutor cinco libras esterlinas.

No le había costado gran cosa deshacerse de Grunlich, y no le pesaba. De poca utilidad le sería el dinero en Belgrado. No tenía necesidad de que ningún abogado le defendiera. Su propia provocación sería su único instrumento de defensa. No era fácil, sin embargo, aventar el pensamiento que Grunlich había dejado tras sí, o sea que no puede condenarse a ningún movimiento por el hecho de la falta de honradez de sus miembros. Ni siquiera él mismo estaba limpio de culpa, pero no porque se sintiera culpable de orgullo y de otras debilidades, menguaba en un punto la sinceridad de las creencias que ostentaba. Hasta las razones que le habían impulsado a viajar en primera clase aparecían entremezcladas: era más fácil eludir la vigilancia de la policía en la frontera, pero era también más confortable, más agradable a su vanidad de jefe. «Perdóname, Dios mío», imploró casi sin darse cuenta, basando luego la certidumbre del perdón en el supuesto de que existiera un poder que perdonase.

Presentóse el revisor.

—Sigue nevando —dijo—; más adelante será peor. Tendremos suerte si llegamos sin retraso.

Parecía no tener prisa y dispuesto a charlar.

—Tres años atrás —contó— pasamos momentos terribles. Durante cuarenta y ocho horas nevó copiosamente en uno de los peores trayectos, uno de esos desolados espacios de los Balcanes. No había modo de hacer acopio de provisiones y era preciso ahorrar el combustible.

—¿Cree usted que llegaremos a Belgrado a la hora prevista?

—No podría decírselo. Si en algo vale mi experiencia, cuando hay nieve en este lado de Buda, habrá por lo menos el doble de aquí a Belgrado. El trayecto que precede al Danubio es muy diferente. Puede nevar en Múnich y hacer un tiempo de verano en Buda. Buenas noches, Herr Doktor. Con este frío no le faltarán a usted cuentes.

El revisor se alejó por el pasillo restregándose las manos para entrar en calor.

El doctor Czinner no se quedó mucho tiempo en su compartimiento.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.